Todos nacemos iguales en dignidad, sí, pero a pesar de los muchos avances, las oportunidades siguen siendo dispares según el origen de cada cual: comuna, clase social, género o etnia. Debemos aspirar a una base común digna y de calidad de bienes sociales a lo largo y ancho del territorio: educación, salud, pensiones, vivienda, seguridad y espacios públicos.
Pese a lo mucho que se ha avanzado en las últimas décadas en la construcción de esa base común, muchos aún viven en la pobreza (por ingresos o multidimensional) o con el temor a perder el progreso logrado. Al Estado lo perciben, con razón, ausente, o bien presente pero con mal servicio, mal trato o capturado por intereses ajenos. A la política la ven, también con razón, encerrada en si misma, desatendiendo las urgencias de las personas. Ven con desazón cómo coexisten dos Chile en el mismo territorio, uno con una base de bienes sociales de primer mundo y otro que los mira a la distancia.
Esa base común de bienes sociales y el buen trato del Estado, la Política y de las empresas, son una condición necesaria mas no suficiente. Muchos han experimentado – especialmente mujeres y jóvenes – crecientes dificultades para acceder a oportunidades de empleo o emprendimiento, y se han visto forzados a optar por la precaria informalidad o, peor aún, por la inactividad para poder cuidar a sus seres queridos. Ello no es sino la cara humana del menor dinamismo económico profundizado por la pandemia.